La Selección campeona del Sudamericano de 1963, Ramírez es el segundo (izq.) de la fila de arriba.
Max Ramírez Burgos nació en La Paz el 9 de junio de 1933. Sus padres fueron Ángel Ramírez y Vicenta Burgos. Se casó con doña Lidia Appez, con quien tuvo dos hijos: Carlos Max y Ximena Ángela.
Estudió primaria en la Escuela México. Secundaria, en el Colegio Ayacucho. Egresó de contador en 1963.
Como futbolista jugó profesionalmente en Ferroviario (1952-1957 siendo campeón paceño en 1955). En The Strongest actuó entre 1958 y 1968, cuando decidió retirarse. Fue campeón paceño (1964) y nacional (1965) con los “atigrados”.
Con la Selección Nacional (1957 a 1965) jugó 27 partidos y convirtió un gol (ante Argentina). Disputó tres eliminatorias mundialistas, cuatro copas Paz del Chaco y fue campeón sudamericano en 1963.
En 1961 la prensa uruguaya lo llamó “el León del Centenario”. El 30 de julio de ese año, Max Ramírez había hecho gala dentro de la cancha de su espíritu de gladiador y de titán para defender la camiseta de la Selección Nacional en un partido contra la uruguaya por las eliminatorias para el Mundial de Chile. Bolivia cayó 1-2, pero todos quienes vieron esa confrontación hablaron del “half” boliviano.
“Era un jugador con mucho temple, tenía voz de mando, gritaba para ordenar en la cancha. Era muy vivo en la marca”. Así lo
recuerda Wilfredo Camacho, el mejor amigo —“casi un hermano”— que el fútbol le dio al “Chino” Ramírez.
Don Max Ramírez Burgos murió ayer a la edad de 73 años en una clínica paceña víctima de una afección pulmonar. Hace unos días parecía que su cuerpo respondía al tratamiento al que fue sometido, pero ayer a las siete de la mañana su corazón de titán dijo basta.
Ramírez fue uno de los campeones sudamericanos de 1963, el único título conquistado por una Selección Boliviana mayor. Junto con Willy Camacho eran portadores de la máxima expresión de entrega de un hombre dentro del campo de juego.
Camacho era el caudillo;
Ramírez, el líder, el que se encargaba de dirigir, de ordenar, de mandar, de dar instrucciones a sus compañeros, y su voz siempre era escuchada.
Sus primeros pasos como futbolista los dio cuando estudiaba en el Colegio Ayacucho; aún en el amateurismo pasó al Club Central Chuma, donde fue descubierto por dirigentes de Ferroviario que le incorporaron primero a su “cuarta especial” y después a la Primera División. Pero la mejor época como futbolista la entregó a The Strongest, el equipo de sus amores, del que fue su capitán entre 1958 y 1968, acomodando su estilo de juego, de fuerza y garra, a las características del “Tigre”. Cuando dejó el fútbol lo hizo como “atigrado”.
Participó una vez en la Copa Libertadores de América (1965). Tuvo la suerte —era uno de sus lindos recuerdos— de estar en la primera victoria de un equipo boliviano en el exterior: ocurrió el 31 de enero, cuando los “atigrados” superaron a Deportivo Quito (0-1).
En la Selección Nacional jugó 27 partidos oficiales, entre 1957 y 1965 (datos del libro La epopeya del fútbol boliviano). Su debut se produjo el 10 de junio, al día siguiente de su cumpleaños número 24, cuando Bolivia perdió ante Paraguay
2-5 por la Copa Paz del Chaco. En ese cotejo ingresó en el segundo tiempo, pero dos días después agarró la titularidad, junto con Camacho, y no la soltó más.
Un jugador como él, que se “mataba” por la camiseta que defendía, fue la obsesión en aquella época de varios clubes del exterior que le pretendían. Sin embargo, nunca quiso irse de The Strongest ni de su querida ciudad de La Paz, donde además de futbolista fue banquero, y parte importante —al lado de Rafael Mendoza Castellón— de la construcción del Complejo de Achumani, obra de la que posteriormente fue gerente hasta que decidió jubilarse.
La frase
Los jugadores del ‘63 habíamos tenido una formación tal que entrábamos a la cancha a darlo todo, a meter el cuerpo, el codo, la pierna para salir bien parados. Teníamos que ganar un partido a como dé lugar. Uno tenía que ser un verdadero titán
Aramayo: "Un gran deportista"
Abdul Aramayo lamentó la muerte de Max Ramírez, a quien calificó de “bella persona, gran deportista, buen compañero, pero sobre todo un buen amigo”.
Recuerda que por todas esas sus virtudes “lo nombré padrino de bautizo de mi hijo Marco Antonio. Éramos compadres, pero además amigos. La verdad es muy triste saber que Max ya no estará entre nosotros”.
Desde 1957 y por varios años jugaron juntos en la Selección Nacional, pero se conocieron mucho antes. “Desde 1953 fuimos compañeros en Ferroviario y después en la Selección. En el ‘63 compartimos mucho junto a (Wilfredo) Camacho y Alberto Tórrez, cuando estábamos concentrados en la Villa del Carmen”.
También fueron rivales “cuando él jugaba en The Strongest y yo en Bolívar. Era un jugadorazo, muy inteligente, pero sobre todo respetuoso del rival, pese a que era de carácter fuerte”.
Recuerda que hablaba mucho cuando jugaba: “Era como
tener otro director técnico en la cancha”.
Al margen de sus cualidades como jugador y persona, Aramayo no olvida “la gran labia” de Ramírez. “Hablaba muy bien, era un hombre muy preparado. Recuerdo que en 1957 fuimos a Paraguay a jugar la Copa Paz del Chaco, no era muy conocido, pero por lo bien que hablaba todos los periodistas buscaban a Ramírez.
En 1959, cuando asistimos al campeonato Sudamericano en Argentina, tuvimos contacto con la Agremiación de Jugadores y le encomendaron la formación de una organización similar en Bolivia, que por varios motivos no se hizo; pero ese día se mandó un discurso que, recuerdo bien, la prensa decía que si el fútbol se jugara con la boca nadie la ganaría a Bolivia”.
Camacho: "Teníamos el mismo temple"
Wilfredo Camacho estuvo en silencio por un momento. Su rostro era de quien había perdido a un hermano. “Los dos
debutamos juntos, éramos
suplentes, pero un día nos avisaron que seríamos titulares y entramos de marcadores centrales”.
Su recuerdo se remonta a 1957, cuando por una Copa Paz del Chaco, Max Ramírez y él se juntaron por primera vez en la Selección Nacional. Desde entonces se hicieron amigos inseparables dentro como fuera de la cancha.
En 1963 vivieron juntos el mejor momento de sus carreras, la mayor gloria del fútbol boliviano, cuando la Selección fue campeona sudamericana en el torneo que ese año se llevó a cabo en las ciudades de La Paz y Cochabamba, con ellos como artífices.
“Fue un gran amigo mío desde que jugábamos en la Selección. Las veces que nos concentrábamos compartíamos la misma pieza. Si estábamos en Cochabamba, cuando teníamos libre nos íbamos a Quillacollo, a mi casa; ahí compartimos muchas veces con mi familia, que llegó a quererlo mucho. Tuvimos una afinidad tremenda. Hace unos días me senté a su lado en la Mutual de Ex Jugadores y conversamos como lo hacíamos siempre. Cuánto siento su partida…”.
Camacho sostiene que Max Ramírez fue “un señor no sólo dentro de la cancha, también fuera”, y que cuando jugaba “demostraba lo mismo que Camacho, porque teníamos casi el mismo estilo de juego, fuimos jugadores de mucho temple”. El recordado “fútbol camachista”.
Sólo jugaron juntos en la Selección “y alguna vez que yo colaboré jugando en The Strongest”, porque Max Ramírez después de debutar en Ferroviario pasó al “Tigre”, que “fue la pasión de su vida, como la mía fue Municipal”.
Willy Camacho opina que “el fútbol boliviano ha perdido a un gran hombre” y “los stronguistas en especial no lo van a olvidar, porque fue una de las personas que, retirado de las canchas, siempre ayudaron a su club y mucho tuvo que ver en esa gran obra que hoy es el Complejo”.