Miguel Ángel Hoyos y Didí Torrico son los más recientes protagonistas de una historia que se repite a menudo en nuestro balompié y que, si no se hace nada, seguramente se seguirá escribiendo como capítulos de una interminable novela. Ambos viajaron a Ucrania, supuestamente con todo arreglado para fichar por el CPF Karpaty; incluso se entrenaron con el equipo, lucieron su uniforme, pero al momento de definir los términos del contrato el acuerdo de palabra se rompió y ahora están de regreso en el país, para reincorporarse a sus clubes, Bolívar y Wilstermann, respectivamente.
Didí tropezó de nuevo con la misma piedra. En enero había anunciado que se iba a un club de Polonia. Viajó a Lima (Perú) para hacer el trámite de su visa, pero allí no se encontró con nadie. Como no había quien le guiara, optó por no viajar solo a ese país europeo y decidió regresar al seno familiar.
¿Cuáles son las causas por las que jugadores bolivianos son sometidos a este tipo de transferencias frustradas?
Según los mismos protagonistas, generalmente son de tipo económico. Los términos que se manejan a un comienzo difieren cuando llega la hora de arreglar de verdad.
A ello hay que añadir la condición técnica de los jugadores. Según el empresario Silvio Fontana —quien hizo la más reciente negociación de Hoyos y Torrico—, los clubes reducen sus propuestas una vez que a los jugadores los ven en la cancha. Al jugador boliviano —cree él— en general no le alcanza para competir con futbolistas de otros países.
La lista de jugadores que salieron y terminaron regresando al país más temprano que tarde es amplia. Hace dos años, La Paz Fútbol Club anunció el traspaso de su delantero Augusto Andaveris al fútbol de China. Después de tres semanas, el delantero regresó porque no hubo acuerdo en el rubro económico; aparte, el jugador no terminó de adaptarse a ese país. Donde sí jugó fue en Azerbaiyán, en el Inter de Bakú, que lo tuvo durante temporadas. Después regresó para volver a vestir la camiseta azulgrana.
Hace poco, el orientista Jhasmani Campos y el zaguero de Universitario Ronald Rivero también vivieron lo mismo.
Campos viajó a Brasil, pero a su vuelta dijo que en los papeles aparecieron otros montos, distintos de los que había conversado de manera preliminar. A Rivero, quien fue a Israel a comienzo de año, le tocó vivir la misma historia. Él aprendió la lección y hoy por hoy asegura que se maneja solo, ya no con empresario de por medio.
Después de la notable actuación de Bolivia en el Sudamericano Sub-17 de Chile, las ofertas para los chicos bolivianos llovieron, pero ninguno se fue. De Samuel Galindo se decía que se marcharía a la Fiorentina de Italia, pero se quedó en su club en Santa Cruz.
Jorge Toco, jugador de Universitario, viajó a la ciudad italiana de Udinese para supuestamente ser jugador del club del mismo nombre; como los anteriores casos, terminó regresando.
Limberg Gutiérrez hizo unos cuantos viajes. El hoy jugador de The Strongest conoció Grecia y Turquía, entre otros países, pero cuando se suponía que sus fichajes eran un hecho, al final terminó siempre jugando en un club boliviano. Sólo una vez actuó en uno del extranjero, el Nacional uruguayo.
Atraído por la experiencia del brasileño Regis de Souza, el también ex jugador del “azulgrana” Carlos Vargas emigró a fines de enero a Sudán. No duró mucho su estadía en ese país africano. Juan Eduardo Fierro también hizo maletas el año pasado para jugar en un club de división inferior de Brasil, pero el final de la historia fue el mismo y ahora está en Blooming.
Julio César Cortez viajó a Marruecos supuestamente para enrolarse al Wydad Atletic Club, pero ya está en un avión de vuelta a casa. No quedan al margen de esta historia las “virtuales” salidas de jugadores que supuestamente tienen todo arreglado pero de todos modos se quedan. Ocurrió con Ignacio García y Abdón Reyes, de Bolívar. El primero se suponía que tenía todo listo para emigrar a Grecia, donde actúa su hermano. Pero no se dio.
Un trago amargo acaba de tomar Jair Reinoso. Se desvinculó de Bolívar para ir a Azerbaiyán. Al final, un desencuentro en la parte económica hizo que el delantero colombiano se quedara sin soga ni cabra. En vez de él llegó el brasileño Anderson Gonzaga; mientras que Reinoso no tuvo más opción que regresar a Estados Unidos, donde radica su familia, sin la opción de volver a jugar en lo que queda de la temporada.
No todo es malo; a otros se les cumple y juegan afuera
Mientras unos sufren, otros gozan. La realidad de otros jugadores es distinta. Ellos han tenido la suerte de no toparse con los problemas de sus colegas y terminaron jugando en clubes del exterior. Hoy lo siguen haciendo.
El traspaso más sonado de un futbolista boliviano fue el de Marcelo Martins, quien del Gremio brasileño saltó a Shakhtar de Ucrania, y ahora juega cedido a préstamo en el Werder Bremen alemán.
A Jaime Moreno no lo mueve nadie de Estados Unidos, donde es un jugador histórico del Washington DC, igual que lo fue Marco Antonio Etcheverry. Ahí se retirará del fútbol. Previamente estuvo en Inglaterra.
Joaquín Botero sigue haciendo un recorrido por el exterior. El año pasado se marchó de Bolívar, tras un regreso temporal a nuestro fútbol, y continúa ligado al Correcaminos de la segunda división mexicana.
Pablo Escobar dejó a mediados de 2008 a The Strongest y se fue al fútbol brasileño, primero jugó en el Ipatinga y ahora lo hace en el Santo André. Allí también está Juan Carlos Arce, en el Sporte Recife.
Daner Pachi anunció en enero su partida hacia el ecuatoriano Liga Deportiva Universitaria de Portoviejo. Como Bolívar no lo quería su decidión fue la mejor y allí, aunque está en un club de los denominados “chicos, es figura y además uno de sus goleadores. Esas sus actuaciones hicieron que vuelva a ser convocado a la Selección nacional.
Carlos Tordoya volvió a emigrar, tras dos años y medio en Bolívar. El jugador que vino del Arsenal argentino, donde llevó a cabo parte de su formación, se marchó al Cobreloa de Chile.
Ricardo Pedriel la pasó mal porque no jugaba, pero se fue con contrato arreglado y por ese lado no sufrió ningún problema. El año pasado lo contrató el Steaua, de Rumania, y ahora está en el Giresun Sport de Turquía.
Entre los que hicieron las cosas bien está Diego Cabrera, que tras un paso por el fútbol colombiano (Cúcuta y Deportivo Independiente de Medellín), arregló con Oriente Petrolero, donde está aportando con sus goles.
Después de cuatro años entre Argentina y Paraguay, Lorgio Álvarez regresó al país para lucir la camiseta de Blooming.
Turquía fue el país donde actuó Ronald Gutiérrez. Volvió bien cotizado, como que a comienzo de este año firmó un buen contrato con Bolívar. Sin embargo, para la segunda mitad de temporada fue cedido al Nacional Potosí.
Como ellos hay varios jugadores de una lista interminable de aquellos a los que les fue bien. Distinto a los otros, que viajen con una ilusión y vuelven con una frustración.
El zaguero Rivero decidió manejarse solo
.Poco antes de que comenzara el torneo Apertura, Ronald Rivero viajó a Israel para vincularse a un club de ese país. Su estadía no duró mucho, pues él regresaría a Universitario de Sucre, que lo acogió respetando el contrato que los liga.
Con el paso de los meses, el futbolista toma esa aventura con una sonrisa, pero no olvida la lección que aprendió. Como primera medida descartó a los empresarios y ahora se maneja solo.
“A mí me ofrecieron un monto, pero todo cambió cuando llegué a Israel. Los números que me dieron eran la mitad de la primera oferta. Supuestamente debía estar allí para firmar y comenzar a trabajar, no fue así”, contó Rivero.
Se entrenó y jugó un partido con su club. Según su versión, anotó un gol en un torneo similar a la Copa AeroSur, pero no hubo arreglo porque las condiciones económicas fueron distintas.
Ahora no tiene empresario, asegura que tiene libertad para elegir la mejor opción. “He aprendido que cuando no se da, no se da, uno aprende de lo que vivió, me fui con ganas de hacer una carrera en el exterior, pero no pasó nada”.
No tener un empresario no significa que lo descarta por completo, pero de momento se maneja solo. A los que se interesan por él les entrega toda la información, pero a la hora de hablar de plata es cosa de él y sin comisiones de por medio.
“En Bolivia hay mucho conformismo y miedo”
Silvio Fontana es el empresario que hizo los contactos para vincular a Miguel Hoyos y Didí Torrico al club Karpaty de Ucrania, con los resultados conocidos. Lo mismo le sucedió con otros jugadores. Él tiene su verdad y asegura que la principal causa de que las gestiones no lleguen a buen puerto es el nivel del fútbol boliviano. “Estamos entre los últimos en cuanto a preferencia por jugadores”.
¿Por qué consideras que se frustran las transferencias de jugadores cuando se supone que ya todo está arreglado?
Principalmente porque el jugador boliviano no tiene ese plus para diferenciarse de los demás. La desconfianza (de parte de los clubes que quieren contratarlos) es más grande debido al nivel de nuestro fútbol.
¿Para el futbolista boliviano ir al exterior es como hacer una apuesta, como decir ‘el que no arriesga no gana’?
Sólo apuesta el jugador ganador, porque en Bolivia hay mucho conformismo y miedo.
¿Hoyos y Torrico fueron a la aventura?
Nadie viajó conmigo a la aventura. Vinieron con los documentos claros, sólo que las condiciones las cambió el club después de verlos en el campo (en los entrenamientos); esto es normal con los futbolistas bolivianos por el poco peso e historia que tenemos.
¿Cuando tú les buscas los contactos les adviertes que es probable que no se haga?
No, pero tampoco les miento, ellos saben que trabajo con muchos contactos, pero el futbolista boliviano está entre los últimos que piden los clubes. Hay mucha inseguridad de ambas partes, a eso hay que aumentar que los clubes bolivianos piensan que se salvarán con una transferencia, son ellos los que ponen trabas. Por la desconfianza cuesta mucho sacarlos de Bolivia.
Te pasó lo mismo con Limberg Gutiérrez y Ronald Rivero…
El fútbol de Europa tiene otro nivel de exigencia. En el caso de Rivero, el tema fue del club (Universitario), que pidió mucho más de la oferta que llegó. Mi error fue no viajar con él, dejarlo solo, en Israel se aprovecharon por la cuestión del idioma, le cambiaron varias cosas, eso sí fue culpa mía.
¿Qué sucedió con lo del juvenil Samuel Galindo?, cuando decías que estaba contratado por el Fiorentina de Italia…
No se hizo porque no me querían pagar el dinero que pedí por la comisión. Fiorentina decidió bajarlo, todo porque él y sus padres cambiaron muchas cosas.
¿Cuál es tu verdad respecto del tema Hoyos y Torrico?
Estuvieron muy bien, el club dio el okey para que se queden. Por lo menos uno de ellos (Hoyos) regresará en diciembre para ser jugador del Karpaty. El club les pagó el transporte, hotel, alimentación y el regreso porque las cosas no se dieron.
¿No estás perdiendo credibilidad al frustrarse las gestiones que manejas?
Soy perseverante. De Bolivia saldrían más jugadores si no fuera por el egoísmo de los clubes y de algunos técnicos que velan sólo por su interés, saldrían muchos más.
Gonzales: “Lo mejor es irse lo antes posible”
Para Daniel Gonzales, agente FIFA con diez años de experiencia en este rubro y que tiene su centro de trabajo en Santa Cruz, lo ideal en el fútbol boliviano es que los jugadores salgan muy jóvenes, incluso para que terminen su formación en clubes de afuera y regresen al país sólo para vacacionar o para jugar en la Selección nacional.
El empresario basa su punto de vista en dos pilares: uno, que advierte que el fútbol boliviano es de lejos uno de los más mediocres, no sólo en la región, sino en el mundo; y dos, que los clubes no tienen intención ni capacidad para desarrollar jugadores.
“Cuando un jugador joven me pregunta ‘Qué hago’, mi respuesta siempre ha sido: ‘Andate lo más pronto posible del país, incluso a terminar de formarte afuera’. Caso puntual es el de la Academia Tahuichi, que puede fabricar jugadores con cierta capacidad de roce y competición. Desde 2004 que exporta dos o tres jugadores al exterior intentando evitar que jueguen en la Liga”, según Gonzales.
De acuerdo con él, hay mucha ambición en los clubes, y por eso la cotización de jugadores es mayor que la que ellos manejan para pagarles. “No sé si ponen trabas, pero se da un fenómeno: por un jugador al que pagan 1.500 o 2.000 dólares al mes, cuando aparece una oferta del exterior creen que vale un millón. No hay coherencia en eso, piden montos impagables”.
Está convencido de que en el país no hay un jugador cuya cotización se acerque al millón de dólares.
Él, para llevar a un jugador al exterior, analiza varios parámetros: primero, dónde puede desarrollar su carrera según el biotipo que tiene.
Desde su punto de vista, Jhasmani Campos no puede jugar en Argentina, pero por sus características técnicas y físicas puede hacerlo en Brasil.
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