Pongamos esto en contexto ya que es probable que más de uno de nuestros jóvenes lectores jamás haya visto ni oído hablar de del mejor equipo de todos los tiempos: Brasil del mundial de México 70.
La historia, es más o menos así: Se jugaban los partidos amistosos previos a las eliminatorias del mundial del 70.
Pese a que cueste creer las críticas llovían sobre el entrenador Feola y los dirigentes de la Confederación Brasileña de Fútbol, cansados de los ácidos comentarios de un periodista deportivo de la red O´Globo llamado Joao Saldaña, le dijeron que si él sabía tanto de fútbol por qué no se hacía cargo del seleccionado, a lo que comunicador deportivo, ni corto ni perezoso respondió que sí y tomó el mando ante la sonrisa socarrona de sus flamantes colegas, que obviamente apostaban a que no duraría un partido.
Para sorpresa de todos no sólo que duró un partido, armó el mejor equipo de la historia del fútbol mundial, haciendo exactamente lo que nadie quería hacer, o se consideraba una locura, poner en la cancha a cinco enganches. Esa formación tuvo a Pelé, el “Rey”, Gerson, Jairzinho, Rivelinho, y Tostao cinco gigantes del fútbol brasileño que contra todo pronóstico se llevaron para siempre el trofeo Jules Rimet a casa.
Fue un equipo inigualable, irrepetible. En la lista estaba Jair, quien años después de salir campeón fue contratado por el Wilstermann de Cochabamba y dio cátedra de fútbol llevando a los rojos al título y la clasificación, por primera vez, de un equipo boliviano a la segunda fase de la Copa Libertadores de América.
En todo caso, hizo historia de la grande en Bolivia.
Su sola presencia llenaba los estadios del país y fueron épicas las confrontaciones contra The Strongest, que tenía por entonces uno de los mejores planteles del país.
Su mejor actuación se produjo en el partido desempate disputado en la ciudad de Santa Cruz, precisamente contra el cuadro atigrado, dio una lección de fútbol elegante, talentoso, de jerarquía. Aquello de que los grandes jugadores aparecen en los desafíos más importantes quedó confirmado en una noche de la que se puede decir, que él solito, le ganó a The Strongest por cuatro a uno.
Dejó una escuela, la que continuó Gastón Taborga. Han pasado muchos desde que apareciera Jair en el fútbol boliviano y hasta la fecha, pese a que vinieron jugadores de gran talento, ninguno pudo equiparar lo que mostraba en la cancha el extraordinario número diez del Botafogo.
“Nunca te mueras, carlitos” Le dijo Guido Loaiza a Carlos López después de un clásico jugado en el estadio Hernando Siles tras una sensacional actuación del argentino.
Lo trajo al país Moisés Barack desde Colombia, ya cerca de los 40 años, a punto de entrar en la Escuela de Entrenadores de la AFA, pero la verdad sea dicha, tenía muchos años por delante y así lo demostró.No era un velocista, empero, suplía esa deficiencia con inteligencia y talento.
Gran ejecutor de tiros libres, dejó su sello en Bolívar, cuando todos se preguntaban si habría alguien que pudiera reemplazar al Chichi Romero en el puesto. Aún están frescas en la memoria las jugadas de López en el Campín de Bogotá, cuando convirtió en “su hijo” a Goycoechea en los partidos de ida y vuelta de la Copa Libertadores de América, de tiro libre y de penal, sus especialidades.
En Bolivia “se cansó” de ganar campeonatos con el Bolívar y hasta la fecha resulta difícil reemplazarlo. Oswaldo Potente jugaba de frac The Strongest se dio un lujo en los años ochenta, contratar para la Copa Libertadores de América al ex Boca Juniors, Oswaldo Potente.
Aunque parezca raro, los entrenamientos del equipo atigrado tenían tanta gente como los partidos.
El “Tigre” entrenaba por esos días en el estadio Luis Lastra. De baja estatura, un poco gordito, tenía el talento de los jugadores que vistieron la ya legendaria casaca xeneize. Contaba con una enorme virtud: Pensaba. Una ventaja que ya de por si le daba un plus.
El fútbol profesional boliviano ha tenido visitantes ilustres, algunos, eran normales, otros, mediocres, uno (Jair) parecía extraterestre.
DATOS Y APUNTES
HACÍA GOLES INCREIBLES
En la nota central están los apellidos de los famosos que llegaron al país, pero, hubo otros que vinieron poco menos que en camión. Es el caso de un talentoso que no tenía fama, que jugó en Destroyers y no pasó nada, sin embargo, cuando se puso la roja de Wilstermann se le salió “el indio” y mostró una categoría que no tenía nada que envidiar a los mejores que vinieron precedidos de fama y fortuna. Milton Teodoro Joana hizo jugadas increíbles, metió goles imposibles y llenó una época, justo antes del arribo de Jair. Lo suyo era puro talento.
EL “MAESTRITO”
Ya el título de Maestro le correspondía a Víctor Agustín Ugarte, por lo tanto decirle maestrito a Luna, no era, como podría parecer en primera instancia, algo despectivo. Luna fue en The Strongest un jugador de clase. Demos un ejemplo, en un cotejo de la Copa Libertadores de América, contra el Emelec del Ecuador, se subió arriba de la pelota y se puso a mirar en lontananza, a ver si aparecían sus compañeros, con la mano haciendo visera Ese era Luna.
BAILABA COMO JUGABA
Cuando llegó a La Paz para jugar contra The Strongest no lo conocía nadie. De físico más esmirriado que Milton Melgar, que ya es decir, dejó en claro que era un jugador de raza. No vino con empresarios y, aparentemente, no se animó a venir a La Paz debido a que aquí estaban los mejores, encontró que era mejor mostrarse en un fútbol insurgente como el cruceño y dejó para el recuerdo muchos goles y mucho talento. Cuando han pasado los años, los viejos orientistas tienen como figura emblemática a Dedé.
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