Hoy se celebra el Día Internacional del Árbitro de Fútbol y también El Día del Árbitro Boliviano. Los “hombres de negro”, encargados de impartir justicia en los partidos, por lo general viven momentos complicados, pero no se arrepienten de haber elegido esta profesión que, al margen de tantos sinsabores, les ha dado alegrías.
La presencia de los árbitros es imprescindible en los terrenos de juego, aunque sean la figura más expuesta de todos los protagonistas. Siempre están en el ojo de la tormenta, criticados —por lo general de manera inmisericorde— por el resto: jugadores, técnicos, dirigentes, periodistas y por supuesto también los hinchas.
No hay datos precisos de cuándo se instituyó El Día del Árbitro a nivel internacional ni el porque se eligió el 12 de octubre. En el país, sin embargo, empezó a tener vigencia en 1970, según el exreferí Jorge Antequera, quien fue uno de los hombres más importantes del arbitraje nacional.
La fecha coincide con el aniversario de fundación del Colegio de Árbitros de Santa Cruz, que hoy celebra sus Bodas de Oro (50 años). “Sólo lo celebrábamos aquí, en Santa Cruz, por el día de fundación de nuestra institución. Además coincide con El Día de la Raza. Pero como para nosotros el arbitraje no tiene fronteras, determinamos en un congreso que se celebre el Día del Árbitro Boliviano”, cuenta Antequera.
El referato siempre atraviesa tiempos difíciles y complicados. A pesar de ello, tres grandes del arbitraje nacional: Óscar Ortubé, Antequera y Luis Barrancos, consideran que se trata de una profesión digna y respetable como cualquier otra; más allá de los insultos y los abucheos de los que son objeto.
“Fue una decisión difícil (ser árbitro), pero también fue una decisión que me llevó a la gloria”, según Barrancos, quien anota que gracias al arbitraje se ganó el reconocimiento en el fútbol no sólo a nivel nacional, también internacional. Una de sus grandes satisfacciones fue dirigir en el Mundial de España 82. Para don Óscar ser árbitro significó lo máximo en su vida: “Para mí ha sido muy grato, me ha dado muchas satisfacciones”.
Antequera asegura que su etapa de árbitro fue “muy hermosa, porque me han salido las cosas bien; pero en líneas generales se trata de una profesión muy bonita, si volvería a nacer, volvería a ser árbitro, porque lo mío fue vocación”.
Los tres coinciden en que el arbitraje nacional tuvo épocas de gloria en décadas pasadas, en tanto que ahora atraviesa momentos complicados. Los más críticos son Antequera y Barrancos. El primero asegura que el arbitraje boliviano está muy venido a menos: “Tenemos un nivel sumamente bajo” por la falta de atención de los dirigentes hacia el arbitraje, lamentablemente ni la Federación ni la Liga se preocupan por la superación del arbitraje nacional, que debería ser su principal centro de atención para mejorar”.
También asegura que los árbitros no tienen garantías, “no de la Policía, sino de los tribunales de justicia deportiva. No hay una actitud de parte de los dirigentes para amparar a los árbitros, los manosean en sus declaraciones igual que a los técnicos; sin ninguna cultura futbolística hacen escarnio de ellos, que no tienen defensa; lamentablemente la comisión de árbitros no se preocupa por defender al principal actor de fútbol. Están fallando muchos elementos para que nuestro arbitraje esté devaluado”.
Barrancos cree que en la actualidad “no hay dedicación, no hay esmero. El otro día vi partidos de la Liga, y la verdad es que me dio pena, (porque los árbitros) no saben correr, no saben siquiera ubicarse, no saben señalar”. Ortubé cree que el arbitraje boliviano “está pasando momentos difíciles. Sin embargo, en todo lado hay buenos arbitrajes y también algunos con problemas”.
Los apuntes
La mamá
Jorge Antequera recuerda que después de cada partido su señora madre le preguntaba cómo le había ido. “Yo le contestaba: ‘a mi me fue muy bien mamá, pero de usted se acordaron toda la tarde’, y ella se mataba de risa, porque sabía lo que quería decirle”.
Universal
Luis Barrancos dice que además de “digno”, el arbitraje es una profesión universal porque aglutina a gente de otras profesiones y de todas partes: “No hay que olvidarse de que existen árbitros diplomáticos, ingenieros, profesores, médicos, personalidades destacadas a nivel del mundo”.
Una reflexión en el Día del Árbitro - Lorenzo Carri
Hace algunos años, la Federación Boliviana de Fútbol (FBF) admitió el 12 de octubre como El Día del Árbitro. Es probable que no haya ninguna celebración oficial, aunque los distintos colegios departamentales (varios fueron fundados en un día como hoy) reúnan a sus miembros. El lunes, MARCAS PLUS presentó una entrevista de nuestro compañero Jaime Ayllón con Raúl Orosco, juez FIFA.
Orosco fue sincero y reconoció que “el arbitraje boliviano pasa por una situación dura y crítica cada fin de semana. Es triste consecuencia de muchos factores: no es que seamos malos los jueces, pero efectivamente hay algo que está fallando, aparte de que los futbolistas no colaboran.” La sinceridad del árbitro boliviano de mayor prestigio internacional invita a reflexionar.
El lado positivo. Como Azkargorta, y acompañándolo en la posible ingenuidad, siempre he confiado en los jueces, tanto en los nacionales como en los de otras latitudes. Me arrepentí varias veces, pero sigo creyendo que los árbitros son tan indispensables e irreemplazables como el balón.
Creo que los jueces principales conocen al dedillo las reglas y tratan de estar en el mejor estado físico para seguir de cerca las jugadas. Y sostengo —contra el 95% de opiniones contrarias— que los jueces asistentes cumplen una tarea que roza lo inhumano. El futbolista o el entrenador que reclaman, los aficionados que insultan, y nosotros —los periodistas— que los seguimos con lupa (sobre todo si tenemos imágenes televisivas a mano) no alcanzamos a entender en toda su dimensión lo que se exige de los jueces de línea.Los árbitros tratan de sobreponerse a las presiones de todo tipo y no reaccionar como seres humanos que son (indignados ante las humillaciones) cuando esas presiones son inadmisibles e “irreproducibles”.
El lado negativo. Nuestros jueces tienen problemas propios (“somos los peores pagados de Sudamérica”, dijo Orosco, y seguramente no hablaba sin fundamento).Comparten con numerosos jueces del continente la falta de profesionalismo, porque tienen que dedicarse a otras labores “pues lo que uno gana en la Liga no alcanza para mantener a la familia” (Orosco).
Los árbitros nacionales soportan la falta de respeto de dirigentes, entrenadores y futbolistas (y muchas veces de nuestro gremio, cuando, por ejemplo, afirmamos rotundamente que un juez “estuvo mal, con muchas fallas de apreciación” y ahí queda la calificación…).
Esos y otros problemas no nos hacen olvidar que tuvimos y tenemos árbitros que son irregulares en la aplicación de una misma regla; que a veces ven faltas en la ejecución de un penal —ocurre en el 95% de las penas máximas— pero casi siempre miran hacia otro lado; que los hubo (¿los hay?) pretenciosos y ególatras a la hora de examinar sus fallos o sostener —como lo hacía un anecdótico referí— que “el autogol no existe, y ningún árbitro FIFA debería tomarlo en cuenta”.
Y si es verdad que muchos jueces soportan insultos y agravios, no faltaron (¿no faltan?) los que creen que hay que responder del mismo modo, originando un diálogo absurdo, donde el juez pierde más que los futbolistas.
MARCAS subrayaba hace pocos días que nuestros árbitros no son convocados para partidos internacionales en la misma proporción que peruanos, paraguayos o ecuatorianos, todos muy respetables pero no mucho mejores que los nacionales.
Capacitados teórica y reglamentariamente, y en buenas condiciones físicas, los jueces deberían repreguntarse este 12 de octubre si no hay fallas en la actitud y en la personalidad. Algo que no se arregla con mejores remuneraciones (que no conseguirán en mucho tiempo, lamento afirmarlo) ni repitiendo que los errores arbitrales son tan inevitables como las equivocaciones del resto de los humanos.
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