En plena efervescencia del arrollador desempeño de la Selección, Bolivia ingresó al Libro de los Récords Guinness con la hazaña de haber redactado la carta más larga del mundo. El 2 de agosto de 1994, el país se inscribía así, por primera vez, en ese registro de marcas mundiales.
Un senador de Oruro fue el impulsor de este objetivo, que nació por el anhelo de los ciudadanos de expresar, sin limitante alguna, su simpatía hacia la Selección. "En todo el país y en todos los medios la gente quería manifestarse, quería decir algo, y lo decía mayormente por la radio, pero es un medio muy limitado”, comenta Guido Loayza, quien entonces era el presidente de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF).
En menos de dos semanas, 24.923 personas escribieron la carta más larga del mundo, que midió 7.000 metros y 15 centímetros.
Loayza evoca que cuando asumió la presidencia de la FBF ésta entidad no ostentaba "nada” y más bien contaba con deudas. "Pero lo que teníamos eran las ideas claras, además de mucha ilusión y ganas de trabajar”, cuenta, antes de asegurar que luego se vieron los resultados.
"Logramos armar un equipo con mucha mística y ganas. Xabier (Azkargorta) hizo un trabajo espectacular, y entonces empezamos a romper hitos”, comenta. En efecto, el récord de la carta más larga del mundo forma parte de las marcas que el combinado nacional rompió durante ese inolvidable proceso. En esa línea están, entre otros: la mayor goleada a favor de la Verde como visitante, cuando en las Eliminatorias derrotó a Venezuela con 7 goles a 1; y cuando Bolivia quitó el invicto a Brasil, tras 39 años.
Las estadísticas no se quedan ahí. La Selección logró la mayor cantidad continua de partidos ganados en toda su historia (cinco), y consiguió, además, el mayor número de cotejos invictos de toda su vigencia (siete), según el libro El salto al Futuro.
La epopeya del 94 no sólo generó simpatía de la gente, sino que también provocó un cambió en la mentalidad en los bolivianos, principalmente en los niños y jóvenes, comenta Loayza.
"Nacía una nueva generación que veía sin el trauma del pasado. Niños y jóvenes empezaron a creer. Cuando perdimos con Alemania, por ejemplo, en el primer partido del Mundial, la gente estaba orgullosa, porque hicimos un buen papel. Los niños, en cambio, lloraban. No estaban conformes”, recuerda Loayza.
Se había gestado una generación de ganadores que confió en la Selección y que no aceptaba perder como una opción. "La gente creyó, y esta carta es el testimonio de aquello, de una época en que el boliviano creyó en Bolivia, en sus posibilidades, y creyó en que los bolivianos no somos menos que nadie”, finaliza.
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