Nota del 20 del 12 de abril de 1993 del Periodico Presencia, Always por Siempore de Carlos D. Mesa Gisbert.
A propósito de sus 60 años
ALWAYS POR SIEMPRE
La pasión es un fuego que te consume por dentro, es una apuesta infinita y ciega, es un impulso, es una forma de ser. Más allá del equilibrio y de la sensatez, traicionando a la razón, uno se apasiona y se entrega. Eso es Always Ready, una pasión de fuego que nació para mí hace ya más de tres décadas.
Cumplimos sesenta años como club y sólo nos queda la nostalgia, los ecos del pasado, la historia. Always fue. Y en un trance como este uno se da perfecta cuenta de que la historia no es suficiente, no basta, lo que vale es la vida, el alimento cotidiano capaz de inflamar el corazón una y mil veces, con el aliento que sólo se queda por siempre cuando hay miles de gargantas dispuestas a darlo y reproducirlo por generaciones. Always no pudo construirlo, a pesar de su historia gloriosa.
A Always lo llevamos en el corazón unos pocos que moriremos con la divisa albirroja en el pecho, pero no le tocó el milagro de encender multitudes.
Nació en un barrio paceño, Miraflores, precisamente el barrio del fútbol, el que alberga al viejo Hernando Siles", y se llamó muchas cosas antes de su nombre de verdad: "Petit Club", "Los locos del parque", "Los demonios del Prado", "L'aiglon" y "White Star", y no se fundó en el parque Triangular, ni en la plaza del Monolito, ni en la Bush, sino a la sombra del monumento al descubridor en el paseo del Prado. Quizás los adolescentes entusiasmados que lo crearon un 13 de abril de 1933, tomaron para si la divisa que se lee al pie de Colón, "Navegar es necesario, vivir no es necesario" y emprendieron la aventura hasta hacer que el rojo blanco y azul (luego solo rojo y blanco) flameara en lo más alto del mástil del deporte de Bolivia.
En 1939 ganó el campeonato llamado entonces de "Intermedia", el equivalente a la primera "B" del amateurismo; fue su primer título importante, el último lo obtuvo cuarenta y siete años después, en una categoría equivalente en el profesionalismo, el torneo de primera "A"; fue en 1986. Entre 1945 y 1961 fue la primera institución deportiva de la nación, con equipos de fútbol, basket, voley, box, ciclismo, esgrima, bowling y un largo etcétera, en cinco departamentos del país, que obtuvieron casi una decena de campeonatos. Entre 1951 y 1968 fue indiscutiblemente uno de los grandes del fútbol profesional boliviano, ganando más de media docena de títulos y subtítulos nacionales y paceños. Para no hablar del "toque de distinción" que quedará para siempre, de haber sido el primer club y hasta ahora el único, que en una notable gira europea jugó nada más y nada menos que veintisie- te partidos en el viejo continente.
Hoy, sesenta años después, Always es casi solo un sentimiento restringido y pequeño, que tal vez sobreviva una generación, pero no está en su destino ser lo que en algún momento fue gracias a la visión y el esfuerzo magnífico de algunos dirigentes, tan locos y audaces como inteligentes.
El CAR tiene hoy poco más que su nombre de gloria. Ni una sede, ni una cancha (salvo algún terreno donado Tembladerani por un alcal- de albirojo, Mario Sanjinés Uriarte, que nunca se pudo consolidar a nuestro favor), ni siquiera medio centenar de socios cotizantes, ni una oncena de jugadores pro- pios, ni una esperanza eco- nómica en el corto o mediano plazo. Sólo un emblema de pasión en el espíritu de algunos testarudos heroicos que están dispuestos a ir con la nave, hasta donde sea posible o hasta donde sea necesario.
Es doloroso, sesenta años después, ver mi divisa languideciendo en la mediocridad de la mediocridad, sumergida en medio de otros tantos equipos dejados a la mano de Dios, en un campeonato que no le interesa a nadie y que no promueve nada, sin alicientes importantes, sin respaldo ninguno. Es el sino trágico de los equipos llamados chicos, más dramático aun si, como ocurre con Always, alguna vez fue grande y se acostumbró a codearse con otros grandes como Bolívar, Strongest o Wilsterman.
Pero las pasiones siempre quedan, y esta se queda conmigo más allá de la pena, la nostalgia y la amargura. Porque la lealtad se mete en el alma para no salir más. En mi tiene color de sangre cruzando el pecho de lado a lado. Hubiese querido que mis hijos tomaran la posta del gran campeón de antaño. A mi hija Guiomar el tema del fútbol no le quita el sueño y a mi hijo Borja le capturó el sueño y le da la alegría de disfrutar el fútbol la divisa celeste. Aquí estamos unos pocos, para levantar la copa y brindar con alguna lágrima impertinente, hasta donde sea necesario, con Always por siempre, nunca mejor repetido.
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